Las organizaciones son un obstáculo para organizarse. En verdad, no hay desviación entre lo que somos, lo que hacemos y lo que devenimos. Las organizaciones -políticas o sindicales, fascistas o anarquistas- comienzan siempre separando prácticamente este aspecto de la existencia. Y a continuación tienen la virtud de presentar su estúpido formalismo como el único remedio para esta separación. Organizarse no es dotar de estructura a la impotencia. Es sobre todo tejer lazos, lazos que no son neutros, lazos orientados terriblemente. El grado de organización se mide por la intensidad del reparto, material y espiritual.
La insurrección que viene – Comité invisible (p. 19)
«La revolución no se hace únicamente en la calle, pero hay días en los que la calle es el sitio para la revolución»
Leído en Radicalizar los cuidados